A veces los padres tenemos muy revuelto nuestro mundo interior, y para formar primero necesitas SER.
Los hijos observan, escuchan, sienten y aprenden de los que viven, empiezan a caminar en el mundo por las huellas de sus padres, a responder desde su accionar y a interpretar a través de su mirada, se desarrollan con el abrazo de su primera fuente de amor.
Así formar, acompañar y lanzar a los hijos a la vida, se convierte en el mayor y más hermoso compromiso que requiere la donación de uno mismo.
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